Hace unos
días tuve la oportunidad de compartir un largo paseo en taxi con nuestra colega
Danute Rosales quien fue intérprete presidencial desde 1977 hasta el año 2000 y
gracias a que el viaje fue bastante largo, pude hacerle unas cuantas preguntas
que me quemaban la lengua desde hacía mucho tiempo. Aquí les relato lo que me contó Danute:
¿Cómo decidiste ser intérprete?
Yo estudiaba en Barnard College, en Nueva York,
mi licenciatura (major) en Literatura española y latinoamericana y un diplomado
(minor) en Literatura francesa. Fue
cuando visité la sede de las Naciones Unidas.
Estábamos en la época de la guerra fría y quedé fascinada viendo cómo se
interpretaba simultáneamente.
En ese tiempo tenía veinte años y no estaba
muy segura de lo que quería hacer en la vida. Empecé a averiguar más sobre la
profesión: ¿dónde se estudiaba? ¿De dónde podía sacar el dinero para mis
estudios, ya que mi familia no podía costeármelos?
Tuve la gran suerte de que la fundación privada Leopold Schepp Foundation me
otorgara una beca para estudiar en la Escuela de Intérpretes de la Universidad
de Ginebra, Suiza. Cabe mencionar, que
todos los años, recibía en Ginebra la visita de un representante de la
fundación que me contactaba para comprobar cómo me iba.
Estuve en Ginebra desde 1960 hasta 1964. Recién graduada tuve oportunidad de trabajar
en la sede europea de Naciones Unidas como novata, lo cual se reducía muchas
veces a sentarme en un sofá a esperar que se me necesitara para alguna sesión imprevista.
Recuerdo haber trabajado en la Asamblea
General de la OIT y la Asamblea General de la Organización Meteorológica Mundial. En este último trabajo estaba muy asustada:
me habían entregado un material de estudio que más se asemejaba a un libreto
telefónico que otra cosa y para mí, a mis veinti-pocos años, todo lo que decían
ahí, ¡me parecía chino! ¡No entendía ni
lo que hablaban ni lo que yo interpretaba!
Seis meses antes de graduarme, vine a
Venezuela a visitar a mi familia y conocí a Ana Teresa Arcaya, Marisela White,
Olga Soto, Lolita Anzola, y otras de sus colegas que acababan de tomar el primer curso de interpretación que
se dictó en Venezuela. Ya allí tuve
oportunidad de trabajar con ellas.
Luego volví a Ginebra para culminar mis estudios en 1966 y
viajé entonces a Estados Unidos a tomar cuánto examen de acreditación podía, y puedo decir con mucho
orgullo que pasé el examen de Intérprete de Conferencias del Departamento de
Estado de los Estados Unidos. Regresé a Venezuela mientras decidía mi futuro, y resultó que me casé y me quedé.
¿Y cómo terminaste siendo la intérprete presidencial?
Cuando trabajaba con el grupo de Ana Teresa Arcaya, siempre me dejaban a mí la parte de
consecutiva, ya que en Ginebra el grueso de entrenamiento era en esta modalidad
de interpretación. Además, al regresar a
Venezuela, la Embajada Americana aquí me contactó de inmediato. En
cuanto a la contratación a nivel presidencial, creo que lo que decidió todo fue una rueda de
prensa a la que asistió el entonces presidente Carlos Andrés Pérez con un alto
funcionario americano. Allí tuve mucha
visibilidad.
Una semana después de esa rueda de prensa,
estaba en casa preparando el almuerzo – recuerdo que estaba friendo pescado – y
sonó el teléfono. Era el ministro de la
Secretaría de la Presidencia preguntándome si quería ser la intérprete del
presidente. ¡Me quedé de una pieza! A pesar de que accedí, puse como condición
que yo mantendría mi capacidad de ser agente libre, es decir, nada de oficinas
en la Presidencia ni sueldo fijo.
Otra cosa en la que siempre hice mucho
hincapié fue en exigir que las condiciones de trabajo fueran siempre las
mejores.
¿Qué aprendiste como intérprete presidencial?
En mi caso, fui intérprete presidencial para
varios presidentes pertenecientes a distintos partidos políticos y creo que
parte de mi permanencia se debió a que siempre me concentré en mi trabajo. Siempre entendí cuál era mi papel correcto en
el equipo presidencial y que yo formaba parte del personal técnico de la
presidencia.
Mis colegas de otros países, intérpretes
presidenciales como yo, me enseñaron mucho.
Siempre traté de mantenerme detrás del
mandatario y evitaba colocarme a su lado, excepto cuando fuera necesario para fines
profesionales.
Los intérpretes presidenciales deben ser absolutamente
discretos y usar el sentido común. El
lenguaje diplomático es muy especial: por ejemplo, cuando alguien dice “nos
sentimos indignados”, en realidad está diciendo: “estamos francamente
furiosos”. Ayuda mucho también conocer
la personalidad del presidente para detectar los pequeños matices en las palabras que usa en diferentes circunstancias
y no dejar de traducirlos con exactitud.
¿La figura del intérprete presidencial existe en todos los países?
Muchas veces es el Jefe de Intérpretes de la
Cancillería o del Departamento de Estado quien funge de intérprete presidencial
y a la vez coordina a los intérpretes de
diferentes idiomas, que acompañarán al presidente en sus giras y
presentaciones. En mi caso, yo era Jefe
de Intérpretes e Intérprete Presidencial al mismo tiempo.
Como intérprete presidencial, tu instrumento de trabajo era la
interpretación consecutiva, cabe preguntar entonces: ¿Crees que la consecutiva
ha muerto?
Fíjate que seguí con mucha atención la
discusión que hubo en el Interpreter’s Journal Club que trató ese tema. Pienso que aquellas consecutivas de discursos
de veinte minutos (de las que me siento muy orgullosa, por cierto) son cosa del
pasado. Hoy en día vivimos en la era de
la inmediatez y ha habido mejoras importantes en los equipos de simultánea que
hacen que sea preferible utilizar esta modalidad de interpretación aún para
discursos informales de sobremesa. Pero,
y aquí viene el gran pero, la consecutiva sigue siendo la estrella cuando se
trata de negociaciones entre dos partes cuando el tema que se va a tratar es
sensible y se quiere evitar a toda costa la fuga de información. Muchas veces el hiato que proporciona la
consecutiva también le permite a la otra
parte el tiempo para afinar su estrategia y poder responder de la mejor manera
posible.
Finalmente, ¿qué fue lo que más disfrutaste de tu trabajo y qué
fue lo más difícil?
Lo que más disfruté: ser testigo de
la conducta y modo de ser de las grandes personalidades mundiales fuera del
marco formal de sus alocuciones públicas.
Lo más difícil: despojarme de todo sentimiento
de crítica al interpretar a aquellos personajes mundiales con cuyas
opiniones no estaba de acuerdo. No perder de vista que al interpretar
posiciones adversas, la credibilidad del intérprete entre las partes
adversarias depende de su actitud de total neutralidad.
El viaje
en taxi resultó corto para todas las preguntas que tenía, muchas de las cuales
rayaban en la indiscreción y la pura curiosidad. Lo que sí puedo decirles es que me siento muy
orgullosa de poder contar a Danute entre mis queridas colegas de quien he
aprendido mucho.
Quiero
agradecerle toda su paciencia en responder mis preguntas.
NOTA sobre
la foto: Para culminar esta entrada le pedí a Danute una fotografía que la mostrara
como intérprete presidencial. Ella
escogió la que encabeza esta entrada y aquí sus razones:
Creo que esta foto representa visualmente lo
que pienso acerca de la interpretación: el intérprete está a la sombra
de los actores principales.