jueves, 24 de mayo de 2012

Entrevista a una intérprete presidencial




Hace unos días tuve la oportunidad de compartir un largo paseo en taxi con nuestra colega Danute Rosales quien fue intérprete presidencial desde 1977 hasta el año 2000 y gracias a que el viaje fue bastante largo, pude hacerle unas cuantas preguntas que me quemaban la lengua desde hacía mucho tiempo.  Aquí les relato lo que me contó Danute:

¿Cómo decidiste ser intérprete?
Yo estudiaba en Barnard College, en Nueva York, mi licenciatura (major) en Literatura española y latinoamericana y un diplomado (minor) en Literatura francesa.  Fue cuando visité la sede de las Naciones Unidas.  Estábamos en la época de la guerra fría y quedé fascinada viendo cómo se interpretaba simultáneamente.
En ese tiempo tenía veinte años y no estaba muy segura de lo que quería hacer en la vida. Empecé a averiguar más sobre la profesión: ¿dónde se estudiaba? ¿De dónde podía sacar el dinero para mis estudios, ya que mi familia no podía costeármelos?
Tuve la gran suerte de que la  fundación privada Leopold Schepp Foundation me otorgara una beca para estudiar en la Escuela de Intérpretes de la Universidad de Ginebra, Suiza.  Cabe mencionar, que todos los años, recibía en Ginebra la visita de un representante de la fundación que me contactaba para comprobar cómo me iba.
Estuve en Ginebra desde 1960 hasta 1964.  Recién graduada tuve oportunidad de trabajar en la sede europea de Naciones Unidas como novata, lo cual se reducía muchas veces a sentarme en un sofá a esperar que se me necesitara para alguna sesión imprevista.
Recuerdo haber trabajado en la Asamblea General de la OIT y la Asamblea General de la Organización Meteorológica Mundial.  En este último trabajo estaba muy asustada: me habían entregado un material de estudio que más se asemejaba a un libreto telefónico que otra cosa y para mí, a mis veinti-pocos años, todo lo que decían ahí, ¡me parecía chino!  ¡No entendía ni lo que hablaban ni lo que yo interpretaba!
Seis meses antes de graduarme, vine a Venezuela a visitar a mi familia y conocí a Ana Teresa Arcaya, Marisela White, Olga Soto,  Lolita Anzola,  y otras de sus colegas que acababan de  tomar el primer curso de interpretación que se dictó en Venezuela.  Ya allí tuve oportunidad de trabajar con ellas. 
Luego volví  a Ginebra para culminar mis estudios en 1966 y viajé entonces a Estados Unidos a tomar cuánto examen de  acreditación podía, y puedo decir con mucho orgullo que pasé el examen de Intérprete de Conferencias del Departamento de Estado de los Estados Unidos. Regresé a Venezuela mientras decidía  mi futuro, y resultó que   me casé y me quedé.

¿Y cómo terminaste siendo la intérprete presidencial?
Cuando trabajaba con el grupo de Ana Teresa  Arcaya, siempre me dejaban a mí la parte de consecutiva, ya que en Ginebra el grueso de entrenamiento era en esta modalidad de interpretación.  Además, al regresar a Venezuela, la Embajada Americana aquí me contactó de inmediato.    En cuanto a la contratación a nivel presidencial, creo  que lo que decidió todo fue una rueda de prensa a la que asistió el entonces presidente Carlos Andrés Pérez con un alto funcionario americano.  Allí tuve mucha visibilidad.
Una semana después de esa rueda de prensa, estaba en casa preparando el almuerzo – recuerdo que estaba friendo pescado – y sonó el teléfono.  Era el ministro de la Secretaría de la Presidencia preguntándome si quería ser la intérprete del presidente.  ¡Me quedé de una pieza!  A pesar de que accedí, puse como condición que yo mantendría mi capacidad de ser agente libre, es decir, nada de oficinas en la Presidencia  ni sueldo fijo.
Otra cosa en la que siempre hice mucho hincapié fue en exigir que las condiciones de trabajo fueran siempre las mejores.

¿Qué aprendiste como intérprete presidencial?
En mi caso, fui intérprete presidencial para varios presidentes pertenecientes a distintos partidos políticos y creo que parte de mi permanencia se debió a que siempre me concentré en mi trabajo.  Siempre entendí cuál era mi papel correcto en el equipo presidencial y que yo formaba parte del personal técnico de la presidencia. 
Mis colegas de otros países, intérpretes presidenciales como yo, me enseñaron mucho. 
Siempre traté de mantenerme detrás del mandatario y evitaba colocarme a su lado,  excepto cuando fuera necesario para fines profesionales.
Los intérpretes presidenciales deben ser absolutamente discretos y usar el sentido común.  El lenguaje diplomático es muy especial: por ejemplo, cuando alguien dice “nos sentimos indignados”, en realidad está diciendo: “estamos francamente furiosos”.  Ayuda mucho también conocer la personalidad del presidente para detectar los pequeños matices  en las palabras que usa en diferentes circunstancias y  no dejar de traducirlos con exactitud.

¿La figura del intérprete presidencial existe en todos los países?
Muchas veces es el Jefe de Intérpretes de la Cancillería o del Departamento de Estado quien funge de intérprete presidencial y a la vez  coordina a los intérpretes de diferentes idiomas, que acompañarán al presidente en sus giras y presentaciones.  En mi caso, yo era Jefe de Intérpretes e Intérprete Presidencial al mismo tiempo.

Como intérprete presidencial, tu instrumento de trabajo era la interpretación consecutiva, cabe preguntar entonces: ¿Crees que la consecutiva ha muerto?
Fíjate que seguí con mucha atención la discusión que hubo en el Interpreter’s Journal Club que trató ese tema.  Pienso que aquellas consecutivas de discursos de veinte minutos (de las que me siento muy orgullosa, por cierto) son cosa del pasado.  Hoy en día vivimos en la era de la inmediatez y ha habido mejoras importantes en los equipos de simultánea que hacen que sea preferible utilizar esta modalidad de interpretación aún para discursos informales de  sobremesa. Pero, y aquí viene el gran pero, la consecutiva sigue siendo la estrella cuando se trata de negociaciones entre dos partes cuando el tema que se va a tratar es sensible y se quiere evitar a toda costa la fuga de información.  Muchas veces el hiato que proporciona la consecutiva también  le permite a la otra parte el tiempo para afinar su estrategia y poder responder de la mejor manera posible.

Finalmente, ¿qué fue lo que más disfrutaste de tu trabajo y qué fue lo más difícil?
Lo que más disfruté: ser  testigo de la conducta y modo de ser de las grandes personalidades mundiales fuera del marco formal de sus alocuciones públicas.
Lo más difícil: despojarme de todo sentimiento de crítica al interpretar a aquellos  personajes mundiales con cuyas opiniones no estaba de acuerdo.  No perder de vista que al interpretar posiciones adversas, la credibilidad del intérprete entre las partes adversarias depende de su   actitud de total neutralidad.

El viaje en taxi resultó corto para todas las preguntas que tenía, muchas de las cuales rayaban en la indiscreción y la pura curiosidad.  Lo que sí puedo decirles es que me siento muy orgullosa de poder contar a Danute entre mis queridas colegas de quien he aprendido mucho.
Quiero agradecerle toda su paciencia en responder mis preguntas.

NOTA sobre la foto: Para culminar esta entrada le pedí a Danute una fotografía que la mostrara como intérprete presidencial.  Ella escogió la que encabeza esta entrada y aquí sus razones:

Creo que esta foto representa visualmente lo que pienso acerca de la interpretación: el intérprete está a la sombra de   los actores principales.


1 comentario:

  1. Muy interesante la entrevista y la frase final es una lección para el protagonismo innecesario.@gravitaniamex

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